El hombre tiene una imperiosa necesidad de protegerse contra las fuerzas ocultas y maléficas y de atraerse los fluidos benéficos; esto forma parte de su esencia; el ser humano es religioso y mágico en lo más profundo de sí mismo.

Raro destino es el de estos ínfimos objetos, esos signos, fórmulas, palabras sagradas, esas piedras grabadas que han vencido a los siglos, que han conservado un poder tan misterioso que han sido capaces de resistir a las excomuniones religiosas y las burlas de la incredulidad…

Es evidente que a partir del momento en que el que los utiliza llega a concentrar su propia fe sobre dichos objetos, éstos se hacen eficaces. Todo el secreto de sus ‘‘virtudes milagrosas’’ está allí: ‘‘es absolutamente necesario que quien los emplea crea en ellos con fuerte convicción y perseverancia’’. En resumen, el poder de los talismanes, amuletos o pantáculos va en función del poder de sugestión del usuario, pues todo el poder está en la mente. Se trata de un objeto inerte, que sólo puede ser animado por la fuerza de nuestro pensamiento, pues no está dotado de ningún poder sobrenatural, ni posee por sí mismo ninguna virtud milagrosa.
El amuleto y el talismán se encuentran en todas partes y en todas las épocas; ninguna forma religiosa, ninguna civilización, ninguna sociedad carece de ellos.

En la actualidad existen numerosos talismanes en el mercado; los podemos encontrar bajo muy variadas formas y materiales muy diversos.

Como pienso que es imposible llegar a creer verdaderamente sino en aquello que se comprende, me parece necesario que quien use talismán conozca el significado exacto de los diversos símbolos escritos en su talismán.